La Diablada de Oruro tiene una particularidad muy esencial, que ninguna otra del mundo la tiene, y es precisamente el Relato que data, como su danza, de tiempos inmemoriales.
Se dice que el primer relato de la diablada se desarrolló en Paria, primera ciudad de Bolivia fundada en 1535. Unos autores mencionan que la data del relato es del siglo XVIII, mientras que otros afirman que es de mediados del siglo XVI.
Augusto Beltrán Heredia, en su libro "El Carnaval de Oruro – Bolivia", detalló que el fondo de la representación del Relato de la Diablada no es otro que aquel pasaje bíblico de la rebelión de los diablos, en las etapas sucesivas de la eterna lucha del bien y del mal.
"De base esencialmente moral, la obra tiene una finalidad, sugerente al evidenciar un tema religioso dentro del ambiente vernáculo del pueblo", escribió.
Por su parte, Jorge Vargas Luza en su obra, "La Diablada de Oruro, sus máscaras y caretas", afirmó que el Relato de la Diablada fue escrito originalmente por el cura Ladislao Montealegre.
Vargas aseguró que la importancia de la representación de éste drama, radica en el desarrollo del "Auto Sacramental" de la lucha dialogada, al enfrentarse las fuerzas malignas con el representante de Dios.
Lucifer interviene dando a conocer su poder, arengando a sus huestes a seguirle y a revelarse contra el Demiurgo. Seguidamente, aparece en escena el Arcángel Miguel para entablar lidia hasta derrotarlo: Sin embargo, a continuación hace su aparición Satanás que en defensa de su amo reclama el derecho a gobernar a los cristianos y corre la misma suerte.
Una vez derrotados Lucifer y Satanás, el Ángel exige la presencia de cada uno de los siete diablos que personifican a los pecados capitales, como son la ira, la gula, pereza, avaricia, soberbia, lujuria y envidia. Estos a su turno confiesan su labor de perdición terminando por sucumbir ante la presencia divina.
Finalmente, es convocada la compañera inseparable del demonio, la China Supay, que en su afán de tentar al Ángel es recriminada y derrotada al igual que sus secuaces, dando de esta manera fin a la titánica lucha, con el triunfo del bien sobre el mal.
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