Una característica de las morenadas orureñas es el sonar de las matracas, que se elaboran de diferentes maneras, como la Fraternidad "Ferrari Ghezzi", con formas de cajas de galletas, o la "Mejillones", con sus camiones de transporte pesado, pero las que más se destacan son los quirquinchos de la Central y los Cocanis, que por algunas prohibiciones van desapareciendo y con ello va cambiando el sonido de este artefacto que simula el rechinar de las
cadenas.
Son varias gestiones en que la Ley 1333, que prohíbe el comercio y tráfico de animales silvestres, está vigente y no permite la depredación del quirquincho, para elaborar matracas o charangos, por lo que los artesanos orureños buscaron varias alternativas, entre las que encontraron la madera que asemeja la forma de este animal, pero el sonido no es el mismo y no es aceptada de buena manera por los danzarines.
El dueño del taller "Ocazo", Diómedes Ajhuacho, donde se elabora este singular artefacto, manifiesta que ahora se fabrican cientos de matracas con forma de quirquincho, pero no tienen la misma aceptación por parte de los morenos, prefiriendo arreglar sus antiguas matracas a comprar una nueva.
"No es apreciado por los danzarines, es poca gente que lo aprecia, ahora los quirquinchos, los quirquinchos que eran antes están siendo transportados hacia el Perú, aquí los danzarines prefieren traer los quirquinchos de sus abuelos, sin orejas, sin patas, sin colas, están haciendo revivir, están bailando con eso, porque estos quirquinchos de madera no los aprecian", expresó.
Las matracas talladas tienen un costo de 170 bolivianos, mientras que las demás que tienen formas más tradicionales, están a 100 y 120 bolivianos, esto depende de la forma y los detalles que los danzarines quieran aumentar en su diseño.
Anteriormente, llegaban a la ciudad los quirquinchos disecados, traídos desde las provincias, y costaban alrededor de 30 bolivianos, pero si bien está prohibido comercializarlos, aún traen algunas muestras pero las quieren vender a 150 bolivianos, pero por la norma no se atreven a comprar, asegurando que estos ejemplares se trasladan hasta el Perú, donde ahora también se quieren apropiar del animal, símbolo de Oruro, denunció Ajhuacho.
Para algunos el sonido de las matracas de madera o la de quirquincho no varía, pero para algunos creyentes, les falta el alma, siendo la costumbre en algunas familias ponerlas en altares a los pies de la Virgen del Socavón, utilizándolos sólo en la fiesta del Carnaval de Oruro, cuando se baila a devoción de la imagen, una tradición que perdurará gracias a los artesanos que hacen maravillas para preservar las contadas matracas que existen en la Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad.
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