Aferrados a sus instrumentos, uno en cada mano, los platilleros son los músicos que marcan el ritmo y el paso de baile de la banda. En sus presentaciones se sitúan, en general, en primera fila. Le siguen los bombos y tambores. A continuación los instrumentos de viento, que se ubican en las graderías, si se dispone de este espacio en el escenario.
En la edición del Festival de Bandas en Oruro, el pasado 22 de febrero, más de 50 elencos desfilaron con sus repertorios musicales por los dos escenarios dispuestos en la plaza Cívica. Los músicos se colocaron según este esquema de ubicación.
Durante 20 minutos, cada una de las bandas presentó sus melodías carnavaleras que se sucedían sin parar, apoderándose inevitablemente del ambiente. El colorido y la creatividad de sus vestimentas fueron el acompañamiento perfecto para los sonidos que se reproducen a un volumen armoniosamente alto.
Los platilleros se unen en una coreografía coordinada: un paso adelante, tres hacia atrás y vuelta al mismo lugar de origen. Estos movimientos se coordinan para no dejar de alzar sus platillos y juntarlos para lograr una vibración intensa y fugaz.
Con sus pasos siguen el ritmo de la banda y al mismo tiempo marcan con sus platillos el compás, especialmente en las morenadas y diabladas. Así lo explica el platillero Gustavo Romel Lozano Cruz.
El tocar este tipo de instrumento tiene una amplia y arraigada tradición en Oruro. Marco Antonio Mamani lleva 25 años tocando los platillos, suma 48 grabaciones participando con diferentes bandas.
Desde su amplia experiencia confiesa que es un trabajo cansador. "Tiene la parte positiva y es que conoces muchos lugares y reúnes muchas experiencias, y su parte negativa: que se bebe demasiado, tanto los músicos como el público”, argumenta.
También explica que conocer los secretos para que los platillos toquen armoniosamente no es tan fácil como parece. Entre otras razones porque "tenemos que aprender y seguir una partitura y una escritura musical”.
Pertenece a la banda Súper Imperial, que tiene una amplia y reconocida trayectoria. Con este elenco interpretó durante el festival morenadas, diabladas y hasta cumbias. Su banda suele actuar con frecuencia fuera del país, sobre todo en Perú.
Las mujeres se han integrado en las bandas paulatinamente en los últimos años como platilleras. Aunque aún hay ciertas reticencias para recibirlas en el equipo, tradicionalmente monopolizado por los hombres.
Las mujeres han querido formarse y especializarse en diversos instrumentos para participar en las presentaciones de las bandas durante el Carnaval.
El caso de Basilia Jerónimo Ignacio no suele ser frecuente. Se incorporó como platillera en la banda Real Poopó de Oruro casi sin pensarlo.
"Mi padre es el fundador de la banda, así que lo llevo en la sangre”, asevera con orgullo. Reconoce que por esta razón no ha sido tan difícil desarrollar su trabajo. También defiende que las mujeres "deben darse su lugar” en el sentido de que realicen "un trabajo profesional como músicos y no aparezcan como simples figurantes”.
Cuenta que en la actualidad la situación está cambiando positivamente y "hay hartas mujeres que forman parte de las bandas y son valoradas como corresponde”. De hecho, destaca que afortunadamente existen muchas escuelas disponibles para aprender música.
Para ella iniciarse en los platillos resultó una tarea sencilla "porque prácticamente nací con ellos en las manos”, confiesa.
Lleva casi 20 años tocando en la banda. Desde hace seis comenzó a vestirse sobre el escenario con pollera con la finalidad de rendir homenaje a su madre Petrita desde que falleció.
"A ella le dedico mis actuaciones, así como a mis hijos y al amor que le tengo a mi banda”, resume la platillera. Comparte afición con su esposo que también es músico. Aunque curiosamente forma parte de otra banda: la Pagador (más antigua que la de su esposa).
Uno de los momentos más emotivos para ella del Festival de Bandas fue tocar junto a los grupos invitados: Kjarkas, Llajtaymanta y Norte de Potosí. "Unirnos tantas voces e instrumentos (más de 6.000 músicos) interpretando temas tan simbólicos como Bolivia fue una experiencia inolvidable”, asegura.
Gustavo Romel Lozano Cruz es uno de los platilleros más jovenes de la banda Fabulosa Gran Poopó, también presente en el Festival de Bandas. Tras su actuación en el festival, aún con la adrenalina a flor de piel, explica que "desde niño mis padres me inculcaron el amor por la cultura de esta capital del folklore boliviano, que es Oruro. Desde que tengo uso de razón siempre he estado vinculado a la música”.
A los siete años bailaba en el conjunto de su padre y diez años más tarde inició su propia trayectoria en su banda actual.
Para ser un buen platillero revela que lo más complicado es lograr la habilidad de tocar y marcar el paso de baile al mismo tiempo: "Porque somos los músicos que más hacemos la figura de baile”. Se trata de una función importante para transmitir la alegría inherente al Carnaval.
Aconseja tener buenas condiciones físicas para llevar a cabo este trabajo que resulta "agotador después de cinco horas de recorrido en la entrada carnavalera de Oruro”.
Tiene 22 años y es profesor de Educación Física, una profesión que le resulta muy adecuada para mantenerse en forma como platillero.
En su familia hay una fuerte y arraigada tradición musical. Con apenas cuatro años su sobrino, Fabricio Lozano Apaza, ya comienza a dar sus primeros toques de platillo. Junto a su tío y el resto de platilleros en primera fila, participó este año por primera vez en el festival.
Vestido con el atuendo típico de la banda, de rojo y blanco, y concentrado en agarrar sus pequeños platillos, fue el centro de atención. Su padre Ronald Gustavo Cruz aclara que, detrás de su seria expresión, el pequeño Fabrizio esconde cierta preocupación y susto "porque es la primera vez que se encuentra en un escenario frente al público”.
No es el único de la familia que se inicia a tan corta edad. Su hermana tiene menos de cuatro años y también hace sus primeros pinitos con los platillos. El sonido de este instrumento es familiar y cotidiano en casa.
La banda Fabulosa Gran Poopó tiene previsto salir dos veces este sábado durante el recorrido de la Entrada carnavalera. Los músicos han interpretado en el festival morenadas y diabladas, ganando el aplauso.
No faltarán las novedades que presentan cada año, como el resto de bandas, para asistir a la cita. Estrenarán para La Fraternidad la Diablada un tema dedicado a sus 70 años de trayectoria. Con la morenada Ferrari interpretarán la nueva composición Por qué te enojas.
Y al frente, siempre como símbolo, los platilleros que dan identidad a toda banda.
"Antes no estaban bien considerados
Abel González es uno de los platilleros más veteranos de Oruro. Forma parte de la banda Intercontinental Poopó de Oruro, que este año celebra sus Bodas de Oro, con 50 años de existencia. Su padre fue el fundador, don Sinforiano González.
No quería que su hijo se dedicara a la música, porque consideraba que el trabajo era muy sacrificado. "Mis primeros platillos los construí con las tapas de una lata de manteca que solíamos comprar para hacer pan en la panadería familiar”, relata.
Con este artilugio adquirió rápidamente la habilidad para tocar el instrumento a los siete años. Con 12 participó por primera vez en la banda de su padre. La oportunidad llegó cuando faltó uno de los platilleros habituales. También contó con la ayuda de su madre para convencer a su progenitor.
González recuerda que cuando comenzó como platillero, la función de este instrumento dentro de la banda no estaba bien considerada. Paulatinamente se ha ido otorgando "el valor que merece”, conforme han ido aumentando el número de músicos dedicados a este instrumento.
Los platilleros se encargan de aportar "la alegría y el movimiento necesario para el Carnaval”, agrega el también actual director de la banda Intercontinental Poopó de Oruro, desde que falleció su padre hace un año.
Para lograr este objetivo es imprescindible el sonido agudo y la espectacularidad del instrumento
Son instrumentos muy delicados
Los platillos son generalmente de bronce. Miden entre 16 y 20 centímetros. Los que se utilizan en las bandas son de 18 centímetros. En Bolivia no se fabrica este tipo de instrumentos, a pesar de que hay una demanda importante, especialmente entre los músicos de Oruro.
Abel González, director y platillero de la banda Intercontinental de Oruro, piensa que sería un "negocio seguro”. Actualmente los platilleros tienen que comprar sus instrumentos en el extranjero, principalmente de Estados Unidos y Canadá.
Cuestan en torno a 3.000 bolivianos. Se trata de un instrumento muy delicado, especifica Gonsález: "Sobre todo tenemos que cuidar los bordes, porque si se fisuran o se rompen ya no hay solución, no se puede reparar nunca más”.
Por este motivo es necesario, añade el músico, el mantenimiento constante con una lija (se puede conseguir en el país) que resulta imprescindible incluir en los viajes. Lo peor que puede ocurrir es que se caigan al suelo los platillos. También el contacto con las uñas resulta muy dañino. Lo mejor, sintetiza González, es "tocarlos sólo con la piel y cuidarlos de manera periódica”.
Recuerda entre sus platillos más queridos el primero octogonal que compró en Francia a 750 dólares en el año 1991. "El sonido es una delicia y llama mucho la atención porque no es tan agudo”, matiza.
En la entrada estrenará uno decaconal que adquirió en Washington.
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