Es el primer domingo de noviembre después de la festividad de Todos Santos, apenas despierto, sin embargo, en el fondo de mi corazón se siente segundo a segundo los latidos de emoción que inundan mi ser de felicidad, porque después de varios meses podré nuevamente visitar a mi Madre y pedirle con mucha fe, bailar por ella un año más en el Carnaval.
Me llaman "el Cobalera" y soy danzarín de años de la diablada, me inicié como un pequeño diablo bailarín desde que tenía apenas siete años. Mi padre me llevó a sus ensayos de la diablada y con solo verlo aprendí, cada uno de los pasos y de la coreografía.
Un día por imitarlo, todos me vieron y parecía que ese domingo me había convertido en la atracción de los espectadores, miraban con asombro mi cadencia. Ese hecho llevó a mi padre, muy entusiasmado, a tomarme en cuenta para participar de mi primer Carnaval en la década del 60 del siglo pasado.
Estaba feliz y contaba los días con desesperación para que llegue el tan ansiado Convite, para hacer mi promesa por primera vez ante la Virgen del Socavón. Mientras esperaba, me daba íntegro en los ensayos, como decían "traspiraba la gota gorda".
VELADA
Un día antes del Convite, mi padre me habló en la velada, delante de nuestra Patrona, la Virgen del Socavón.
Hijo – me dijo – si quieres bailar como se debe, lo primero que tienes que tener es fe, amor y mucha devoción hacia nuestra Virgencita.
Es por ella que se realiza el Carnaval de Oruro, es por ella que desde el siglo XVII, los mineros deciden rendirle pleitesía, por los milagros que hizo para favorecer al Nina Nina y al Chiru Chiru.
Es por ella, como nuestros abuelos nos transmitieron vía oral, la leyenda mitológica del Carnaval, cuando el pueblo Uru era sometido por Wari que envió las cuatro plagas gigantescas, el sapo, la víbora, el lagarto y el ejército de hormigas, para que la Ñusta les castigue y libere a sus hijos.
Pero, eso solo era el principio, porque el Carnaval de Oruro no solo es bailar un par de días y ya, tiene muchos componentes más.
Mientras me decía esas palabras, mi padre se ponía a la boca unas cuantas hojas de coca, de rato en rato, fumaba su cigarro e ingería de un pequeño vaso, un té con té, cuyo vapor alcanzaba el cielo.
Después de esa ceremonia que marcaba el ritmo de su charla, continuó – nuestra tradición dice que si quieres bailar en el Carnaval, debes ser invitado. Recuerdo que tu abuelo en la festividad de Todos Santos, solía preparar masitas y compraba vino, para luego ir a algunas casas, las ofrendas eran entregadas a sus conocidos, caminaba como si fuese un doliente.
Pero, en realidad el verdadero propósito era invitar a sus amigos para que participen en la diablada, esa actividad que él realizaba, se denominaba "rodeo".
El "rodeo" también se hacía a los futuros pasantes o padrinos que se encargaban del armado de los cargamentos de platería o acémilas – me dijo.
Al escuchar esas palabras, imaginaba esos tiempos remotos, donde todo era un ritual. Los hombres de esa época lo hacían con mucha seriedad y respeto.
Después volví a la realidad y mi padre siguió relatando – Obviamente, no todos aceptaban, pero los que daban su visto bueno, lo hacían con mucha responsabilidad, y tú querido hijo, debes asumir ese sentimiento de fe a nuestra Patrona, pero también de compromiso con tus compañeros de baile. No olvides que el respeto es fundamental para hacer las cosas como Dios manda – pronunció esas palabras que fueron cortadas cuando uno de sus amigos se acercó para
saludarlo.
Era costumbre en las veladas, que la persona que ingresaba al salón, lo primero que debía hacer, era presentarse ante la Virgen del Socavón, rezar un par de plegarias, prender velas en su honor o regalarle algunas flores. Luego pasaba por toda la sala a saludar a los presentes, sean estos conocidos o no. Después del saludo, mi padre me siguió hablando – recuerda que tu misión será la de mantener nuestras tradiciones vivas, las tradiciones que heredamos de nuestros antepasados – finalizó con un suspiro que salió de lo más íntimo de su alma.
En esos segundos, me puse a pensar en los muchos rituales que debía hacer. Pero apenas era un niño y asumía el reto con calma, porque sabía que aprendería de a poco.
CONVITE
Llegó el día del Convite y como no podía ser de otra manera, le pregunté a mi padre, quien me llevaba de la mano al punto de partida en la 6 de Octubre. – ¿Papá por qué se denomina Convite? – a lo que respondió gentilmente – te acuerdas que te conté anoche en la velada, cuando tu abuelo iba de casa en casa en busca de sus amigos con sus ofrendas, pues, ese es el inicio del Convite, que significa también convidar o invitar.
Pero no solo es eso, desde el lado misterioso del Carnaval de Oruro, los danzarines participan en el primer Convite, para pedirle con respeto a la Virgen del Socavón, bailar por tres años consecutivos en su honor, situación que la practicarás hoy.
Después de salir del Santuario de la Virgen, iremos hasta la calle Cochabamba y allí el pasante nos convidará un plato de comida, a los mayores repartirán cerveza y chicha, mientras que a los niños como tú, les darán un refresco.
Haremos hora por unos cuantos minutos, esperaremos la llegada de los danzarines de la morenada Zona Norte y también de los Incas "Hijos del Sol", para invitarles una tutuma de chicha o un vaso de cerveza, para luego despedirles con un fuerte abrazo y un apretón de manos.
A todo ese ritual le llamamos Convite, es el compartir, porque todos somos hermanos – tras esas palabras, inmediatamente comenzaron a sonar con fuerza las melodías que salían de los instrumentos de metal de los músicos.
Simultáneamente, mi corazón baila dentro de mí ser, estaba feliz por haber nacido en la Alta Tierra de los Urus. Era extraño, pero de mis ojos salieron lágrimas de emoción, un instante que no lo pude describir. Me puse en fila y comencé a bailar con mi ropa de Convite hasta los pies de la Virgen del Socavón, ella me esperaba para aceptarme como su hijo y darme su bendición, pero principalmente había logrado el permiso para bailar en su honor, en el Carnaval más maravilloso del mundo, el Carnaval de Oruro.
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