lunes, 9 de mayo de 2016

¿Nuestro Carnaval tiene un sentido ceremonial o es mercadería cultural?

Nuestra Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad, inscrita en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial, ha tomado un mal camino. No siempre por la interpretación sesgada que puede darse, sino, posiblemente por una mala socialización del tema. El primer error es no saber de qué manera nos hemos autoidentificado. El segundo se refiere al desconocimiento de los criterios adoptados en la Convención 2003. Y es en virtud de esa convención que tenemos Proclama e Inscripción en la prestigiosa lista que nos llena la boca, henchidos de orgullo.

¿Qué es la Convención de 2003? En 2002/03 nos reunimos durante ocho meses en una Conferencia Internacional que estableció el Anteproyecto de Convención para la Salvaguarda del Patrimonio Cultural Inmaterial. El presidente de dicha reunión era, nada menos que, el ex presidente de la Corte Internacional de Justicia de La Haya, el argelino Mohamed Bedjaoui. El Consejero Jurídico Abdulqawi Yusuf de Somalia es el actual vicepresidente de la Corte Internacional de Justicia de La Haya. Esto dice mucho de la "artillería" que los países del Sur utilizaron para lograr la protección de los elementos inmateriales de la Cultura. Yo fui el Relator General. En Argelia, en 2007, al iniciar los trabajos del Comité Intergubernamental de la Convención, homenajearon a 10 personalidades por ese enorme trabajo. Bolivia, nuestro Carnaval, en mi persona, fue objeto de ese homenaje.

No encontrando familia jurídica que pueda ayudarnos en el establecimiento de la Convención establecimos un texto sui géneris. El Anteproyecto era ab nihilo con un glosario a "horizonte evolutivo". Era una convención sobre algo vivo, sin propiedad. Evocamos a los detentores. Aquellos que ostentan algo sin ser propietarios, pero que son responsables de la transmisión. Los actores son transgeneraciones y circulan por espacios transfrontera. No hay perención en su protección.

La pertinencia, alcance y necesidad de esta norma enfrentó dos opciones: Por una parte, la que pretendía proteger el alma de los pueblos, los soportes de la identidad cultural y la otra que se refería a industrias culturales, a mercaderías producidas por la cultura, a los "beneficiarios privados".

En todo caso, la Convención para la Salvaguarda del Patrimonio Cultural Inmaterial adoptada por la Conferencia General de la Unesco en octubre de 2003 y puesta en marcha en abril de 2006. Se refiere a un patrimonio cultural vivo y tradicional. Algo que se comparte, que integra, que es comunitario. Un patrimonio que no tiene propietario. El límite de tiempo es la vigencia de las creaciones, expresiones y espacios concernidos. Luego vinieron las reuniones del Comité Intergubernamental para echar a andar la convención. En dicha etapa fui elegido vicepresidente y luego presidente de las sesiones. Esta convención surte efectos a partir de 2008. En ese momento se inscribe a las Obras Maestras en la Lista Representativa y se pide que ya no se haga más Proclamas y ya no se harán más Proclamas.

¿Qué es la Convención 2005? En octubre de 2005, la Conferencia General de la Unesco adoptó otro texto jurídico: la Convención sobre la Protección y Promoción de la Diversidad de las Expresiones Culturales. Se refiere a la producción de expresiones culturales difundidas en calidad de actividades bienes y servicios culturales. Se basa en el criterio de proteger motores del desarrollo sostenible de los pueblos y de las naciones. Destaca la necesidad de incorporar la cultura como elemento estratégico a las políticas de desarrollo nacionales e internacionales. Reconoce la importancia de los derechos de la propiedad intelectual para quienes participan en la creatividad cultural. Reafirma la soberanía de los Estados a conservar, adoptar y aplicar las políticas y medidas que estimen necesarias para proteger y promover la diversidad de las expresiones culturales en sus territorios. Para esta convención, que tiene un enfoque economicista, la diversidad cultural es promesa de riqueza para personas y sociedades privadas. La protección y promoción de la diversidad cultural son condiciones esenciales para el desarrollo sostenible puesto que resulta de la creatividad de personas y grupos, es decir de sus "propietarios-creadores". Las "industrias culturales" producen y distribuyen mercaderías.

¿Y nosotros, hacia dónde vamos? Habiendo recibido la Proclama y estando inscritos en la Lista Representativa de la Convención 2003, nos encontramos a caballo entre estas dos convenciones. Estamos aferrados al respeto de la identidad cultural, reclamamos nuestra cualidad espiritual y, al mismo tiempo, queremos actuar con opciones economicistas y desarrollistas.

Comparamos lo que no admite comparación. Evocan el Carnaval de Río, que nunca fue inscrito en la Convención 2003 y que sólo es un maravilloso espec-

táculo. Es verdad que con el dinamismo y la fuerza de nuestro Carnaval, podríamos ofrecer un "espectacular espectáculo" y los actores serán los propietarios. La Convención 2005, que valora el sentido místico, exige que el valor de lo inscrito en ella, se justifique por el rendimiento económico y tendrá caducidad. Además, si optamos por esta convención, tendremos que denunciar nuestra adhesión a la Convención de 2003. Eso nos llevará a renuncias. No esperemos conservar títulos y proclamas. Adiós título de Obra Maestra e inscripción en la Lista Representativa. Esta alternativa, voluntaria o impuesta, debe ser de conocimiento de todos los orureños.

Peligros que se ciernen sobre nuestro Carnaval. Ya en el momento de la Proclama de Obra Maestra (2001) la Unesco señalaba que en Oruro, "asistimos a una explotación financiera incontrolable del Patrimonio Cultural Inmaterial". ¿Se hizo algo para disminuir ese peligro en los 15 años transcurridos? Por otra parte, al presentar nuestra Candidatura en 2000, hicimos una Declaración Unilateral vinculante. El Plan de Acción Decenal que nos comprometía y nos compromete. ¿Qué hicimos? ¿Cuáles son los justificativos para esa letargia?

Todas estas consideraciones nos ponen delante una espeluznante duda. Si se han establecido, en la Convención de 2003 dos listas, la Representativa y la de Elementos en Peligro con pasarelas de una a otra, sin ser pesimistas ¿puede imaginarse que frente a estas "aproximaciones y coqueteos" con la Convención 2005, nuestros títulos se han reforzado o nuestra inscripción está ya en puertas de una de esas pasarelas? Esto sin hablar de los errores cometidos y de las auditorías que podrían llegar.

Propiedad del Carnaval. Dejando de lado este engorroso dilema, abordemos el tema de la propiedad. Recordemos que "no existe" propiedad en el Patrimonio Cultural Inmaterial. Pero su utilización nos lleva, de tumbo en tumbo, a situaciones difíciles. Según esta lógica de "propietarios", para la Unesco el único interlocutor es Bolivia aun cuando se trate del Carnaval de Oruro. Pero, tras la Cancillería está el Ministerio de Culturas, la Comisión Nacional de Relaciones con la Unesco, la Gobernación, la Alcaldía y al final de esta cadena la ACFO. Por ser esta última, la que reclama autoría y propiedad, toda ayuda, todo desembolso, toda carencia se imputa a la ACFO, con o sin razón. Y existen varios aportes, desembolsos y envíos de equipos que están en espera de "rendición de cuentas". Para la Unesco, es el Carnaval de Oruro que rápidamente confundimos con la ACFO. Por mi parte, creo que existen responsabilidades de algunos dirigentes de diversas gestiones pasadas así como de algunos funcionarios de diferentes épocas. Nebulosas que ocultan diferentes responsables. Mi presencia en Oruro, mis esfuerzos no van contra una autoridad ni contra una organización. No vine a denigrar. El que sabe debe ayudar a posicionarnos y los otros deben escuchar, analizar y emitir su criterio. No es buen consejero el chauvinismo, las ideas preconcebidas o el ataque garras afuera.

¿Podemos comparar todo lo que es patrimonio cultural inmaterial? Comparar los diferentes elementos bolivianos inscritos en la Lista Representativa es un afán vano. La Cosmovisión Andina de los Kallawayas, la Fiesta de Mojos, los Pujllay de Yamparáez tienen ese privilegio. ¿Cómo compararlos? Todos son soporte cultural inmaterial de la identidad de los pueblos, pero son diferentes. Ese es su único denominador común. No existe valoración alguna ni sistema de prelación.

Evidentemente, como orureño, considero que tener en las "serranías sagradas de Oruro" un sitio ceremonial sagrado y único en el mundo andino, me hace sentir honrado y lleno de orgullo. Poder pretender al título implícito que la Unesco nos reconoce como Capital Cultural Milenaria del Mundo Andino, es algo que me motiva y pone estrellas en los ojos.

¿Podrán pretender todas las fiestas patronales a una inscripción en la Lista Representativa? Considero que las influencias personales determinan nominaciones de una u otra fiesta patronal de Bolivia. Pero, no creo que sea suficiente. El Patrimonio Cultural Inmaterial de Bolivia no sólo es fiesta. Yo no recomendaría iniciar el trámite, salvo enfoques inéditos que no imagino. Más vale postular el "Manejo hidrológico de los Mojeños", "El mundo milenario de los Chipayas", "Las prácticas agrícolas precolombinas en los Andes" y tantos otros aportes bolivianos a la cultura de lo universal. Además, recordemos que se debe establecer un Inventario de Patrimonios Inmateriales utilizando inscripciones en Patrimonios Locales, Municipales, Departamentales, Nacionales y los que son susceptibles de tener un impacto y lleguen a ser Patrimonios de la Humanidad. En esta gradación no hay ni menosprecio, ni forma alguna de privilegio. Dejemos de ser imitadores. Si el Carnaval de Oruro ha sido objeto de un título internacional es en virtud a su esencia, a su carácter votivo, ritual, milenario y, a la vez, actual.

Los plazos son cortos. Si queremos conservar nuestro título y nuestra inscripción, debemos re-direccionar el manejo del Carnaval. Debemos reivindicar el reconocimiento de Capital Cultural Milenaria del Mundo Andino. Con ese título sentaremos soberanía allende nuestras fronteras. Debemos establecer un nuevo Plan Decenal y el mecanismo para cumplirlo. Crear la Fundación para el manejo global del Carnaval. En él, todos deben asumir sus responsabilidades y encontrar su participación en algo tan sublime como el Carnaval. También, estudiar las normas jurídicas y adecuarlas a la Constitución Política y a las funciones futuras. Es indispensable pero, puede hacerse luego.

Lo inmediato es a nivel internacional. Las acciones deben ser inmediatas. Debemos retomar las posiciones de dirección que teníamos en la Unesco y en la Convención. Las perspectivas son buenas pero, las ventanas de tiempo para actuar, son cada día más pequeñas. Los plazos son bastante cortos. La Asamblea General de Estados parte se reúne a fines de mayo en París, y tras 4 años de ausencia sería conveniente estar presentes, postularse y ser elegidos en el Comité Inter Gubernamental. Si no lo hacemos pasarán dos años más de ausencia en esos mecanismos. Posiblemente eso será fatal.

Las autoridades municipales, departamentales y ministeriales están al tanto de lo que debemos emprender. Saben cuáles son los plazos, cuáles los peligros y las alternativas. Diversas instituciones, organizaciones y personalidades han expresado su disposición a participar en esta tarea. Es verdad que todas las fuerzas vivas deben actuar pero, los plazos son cortos y las decisiones tardan en llegar. Es de esperar que la sabiduría popular pueda, en el momento preciso, apoyar a sus autoridades para que inicien las acciones pertinentes y nuestro Carnaval sea, por siempre, nuestro orgullo. Todo esto sin atender los berrinches de aquellos que nada saben pero mucho pretenden.



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