Es complejo entender el Carnaval de Oruro. Para muchos es una fiesta pagana, otros la califican como pagano-religiosa, sin embargo en los años recientes y desde su nombramiento como Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad, los investigadores señalaron que se trata de una fiesta netamente religiosa.
Pero, ¿por qué creer que es una fiesta religiosa si se la relaciona a las "carnestolendas" que "agrupa a una serie de festejos no cristianos"? La respuesta es sencilla, el Carnaval de Oruro es diferente a otras fiestas denominadas bajo el mismo nombre, en esta alta tierra de los Urus, la fiesta que se celebra es una mezcla de religiosidad entre el catolicismo y las costumbres ancestrales andinas, en ambos casos se trata de religiones.
Por otra parte, el Carnaval que se realiza en Oruro es una fiesta devocional y la denominada Entrada del Sábado es en realidad una peregrinación de devotos de la Virgen María, en su advocación de la Candelaria, más conocida en esta región como Virgen del Socavón, que recorren aproximadamente 4 kilómetros danzando hasta llegar al Santuario donde se encuentra la imagen de la madre de Jesucristo, para pasar frente a su altar, arrodillados y rendidos ante su imponente figura.
El Carnaval de Oruro, es simbiosis, es decir, es una fusión de la ritualidad ancestral con la católica. Según el investigador Alfonso Gamarra Durana (+), en ambos casos se trata de religiones que con la llegada de los españoles a América se fusionaron, pues los conquistadores vieron que no era conveniente arrebatar con violencia la religión que se practicaba tradicionalmente en el llamado Nuevo Mundo, al contrario, era una oportunidad de evangelizar a los nativos americanos en la religión Católica y hacer que ellos mismos acepten y hasta busquen convertirse.
Es así que se asimila a la Pachamama con la Virgen María, que para algunos teólogos no se equiparan porque son dos entes totalmente diferentes. Pero los españoles inclusive mandaron a construir capillas y templos en sitios considerados por los originarios como sagrados, donde había una waca se erigía un templo y de esa manera consiguieron que los pobladores entren en las iglesias y al realizar la simbiosis de los santos con los dioses andinos consiguieron que la fe y devoción por aquellos, se arraigue en la fe de los ciudadanos.
Gamarra explica que de cierta manera los españoles influyeron en la celebración del Carnaval, importando la manera de celebrar las carnestolendas en el Viejo Mundo, por lo que le inyecta a la fiesta religiosa un componente pagano y se dice que el domingo, al día siguiente de la Entrada devocional, se da lugar al desenfreno y a la fiesta. Y al conjunto de días de celebración se le ha denominado antruejo y es así que también se utiliza ese término como sinónimo de Carnaval.
Asimismo, la fiesta que se celebraba años atrás no es la misma que se contempla en la actualidad, porque como la cultura no es estática recibe influencia de diferentes manifestaciones, cambia según las modas y además en el afán de presentar a la vez un espectáculo mejor cada año, también para deleite de los visitantes que llegan desde diferentes latitudes para admirar la danza, el colorido y la majestuosidad de esta fiesta.
A lo largo de los años, el que fuera prácticamente un desfile de comparsas que recorría las calles al son de una o dos bandas de música, que duraba apenas unos minutos y que la gente en su ajetreo se detenía un momento a observar; se ha convertido en un recorrido de 4 kilómetros, de conjuntos folklóricos compuestos por personas que inclusive llegan desde otras latitudes para percibir lo que significa participar como danzante en el Carnaval de Oruro, ataviados con vistosos trajes, a cuál más lujoso, acompañados por la música de al menos 3 o 4 bandas, numerosas en integrantes, haciendo gala de coreografías previamente ensayadas meses antes, dicha presentación dura hoy por hoy muchas horas, prologándose hasta el amanecer del domingo, hecho que incluso ha llegado a desplazar la celebración del Alba.
El Alba se celebraba en la madrugada del domingo siguiente al sábado de peregrinación, los religiosos del Santuario del Socavón, antes capilla, celebraban una misa y al salir del templo los devotos se encontraban con un duelo de bandas que medían su fuerza tocando todas al mismo tiempo, las que tenían el "Sereno" (Dios andino) más fuerte y poderoso eran las que se imponían a las otras. Otras tradiciones como el degustar el kalapari, sopa en base a maíz, papa con una piedra candente adentro para mantener la temperatura caliente de la misma, libar bebidas espirituosas, entre otras.
Otro aspecto que ligaba al Carnaval de Oruro con lo pagano es el baile de los diablos, pues los mineros se vestían de ese ser infernal para recorrer las calles de Oruro, según Gamarra, el mismo hecho de recorrer las calles, donde transcurre la cotidianidad de los danzantes, el uso de las máscaras que esconden los pecados, eran factores que hacían que se vea esta fiesta como un hecho alejado de lo religioso.
Pero la misma danza durante el recorrido desarrolla un discurso que muestra su parte religiosa, pues el Arcángel Miguel guía a las huestes infernales hasta el Santuario del Socavón, donde los diablos se rinden ante la imagen de la Virgen, y se verifica que en la lucha del bien contra el mal, siempre triunfa el bien, con la bendición de María, su hijo Jesús y por supuesto por intermedio de ellos la de Dios Padre.
El Carnaval de Oruro, entonces no es como cualquier otro que se celebra en el mundo, sino que es, como el título otorgado por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) lo anuncia, una Obra Maestra en la que intervienen diferentes actores, donde la ritualidad y la religiosidad predominan sobre el afán figurativo de algunas personas, donde además de vivirse con alegría y regocijo el baile, los devotos se rinden ante la Madre de Dios y a la vez que agradecen los favores recibidos también acceden a su bendición y benevolencia.
Estos elementos, que son la esencia del Carnaval de Oruro son los que lo definen y diferencian de otras fiestas con la misma denominación pero con diferente espíritu.
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